San Cristobal

Anecdotario – Por Ángel Martín-Fontecha Guijarro

«La sierra de San Cristobal, la ermita y el culto de San Cristobal»

ORIGEN Y EVOLUCIÓN HISTÓRICA

El cerro de San Cristóbal, lugar donde se asienta la ermita del mismo nombre, es un paraje estrechamente ligado a la evolución del pueblo de Herencia desde su fundación allá por el siglo XIII.

Incluso, desde tiempos prehistóricos, constituye con otros lugares de la topografía herenciana (Sierra de los Molinos o del Aljibe, Sierra de la Horca, Sierra de Herencia o de la Solana, Sierra de la Sevillana) un conjunto de enclaves donde han existido varios Castros -fortificaciones militares, provistos de aljibes que se asientan en lugares estratégicos, elevados y de fácil defensa- desde la Edad del Bronce (aproximadamente entre el 2200 y el 1500 a. C.).

Desde aquellos momentos históricos hasta la Edad Media, todos estos enclaves situados en cerros y sierras tenían un gran valor estratégico para la defensa de las poblaciones cercanas y protección de las tierras de labor y pastos.

Durante los siglos XII y XIII el Cerro de San Cristóbal se convirtió en un punto de gran valor militar, en las confrontaciones de la Reconquista, entre los castillos de Consuegra y Villacentenos; y a partir de 1183 pasó a formar parte de la Orden de San Juan con la donación que de estos territorios hizo el rey Alfonso VII.

En ese mismo siglo XII la Sierra de San Cristóbal fue una referencia fundamental en el trasvase poblacional que se llevó a cabo entre Villacentenos y la recién fundada Herencia (refrendada con la Carta Puebla en 1239).

Según la tradición, el origen del pueblo de Herencia lo hallamos en unas casas de campo llamadas “Las Herencias”, pertenecientes a pobladores de Villacentenos. Debido a una epidemia y a las ventajas repobladoras del siglo XIII, los habitantes de este lugar marcharían a dichas casas de campo originándose el nuevo pueblo.

El trasvase poblacional de un lugar a otro se realizó por el que entonces era denominado Camino de los Aldeanos o de los Bataneros, que no es otro que el que hoy conocemos nosotros como Camino de San Cristóbal. Luego, el Cerro de San Cristóbal fue la puerta por los que los primeros 150 pobladores de Herencia dejarían Villacentenos para, atravesando el Cerro Mesado y Veganueva, llegaran al lugar llamado “Las Herencias” que, sin duda, estaría muy cerca de la sierra herenciana.

Desde ese momento, y en los siglos siguientes (hasta el siglo XVIII), el Cerro de San Cristóbal se convirtió en un paraje de gran importancia económica para el pueblo de Herencia.

Del siglo XVI tenemos datos de que el lugar estaba constituido, en sus inicios, en una dehesa boyal (terreno comunal de los pueblos en donde podía pastar el ganado de los vecinos) situada en la falda norte del cerro. Sin embargo, en muchos momentos históricos se fue solicitando permiso para su explotación agrícola.

En 1575, estaba constituida por 250 fanegas de sembradura.

Así, ya en 1586 el Concejo de la villa herenciana había solicitado y conseguido un permiso real para labrarla la dehesa de San Cristóbal “por la mucha vecindad” de la localidad y reconociéndose que ya había sido labrada en otras ocasiones.

Su forma de explotación fue variada según el contexto económico que se viviese: lo mismo era arrendada en subasta que labrada por gente necesitada en momentos de penurias, o incluso para obtener un dinero con el que “reparar y ornamentar la Iglesia Parroquial y la capilla mayor del Convento de Mercedarios” (año 1732) o para “con su producto construir el puente de Buenavista” (año 1767).

Si importante era el lugar en momentos de necesidad económica, no diremos nada de los momentos de expansión agrícola. Por esto a finales del siglo XVIII surgieron varios litigios donde se quería determinar la propiedad de la Dehesa de San Cristóbal. Por un lado el concejo herenciano, por otro lado el Prior e, incluso, algunos particulares como Don Eugenio de Ahumada. En aquella época su extensión cultivada era de 304 fanegas y 5 celemines.

Otra importancia económica del lugar, la extraemos del interrogatorio solicitado por el Cardenal Lorenzana sobre los pueblos del Arzobispado de Toledo. Por él sabemos que en 1782 existían, en el Cerro de San Cristóbal, unas canteras de piedra “de una especie de pedernal flojo que con facilidad y a pocos golpes se hacen piezas, muy buenas y firmes para cimientos y fabricar casas”. Sin embargo, en general, se manifiesta que las piedras son de bastante mala calidad e incluso el Prior hubo de importar piedra de fuera para realizar pozos y otras construcciones en la Serna.

Del siglo XIX, tenemos referencia de otro valor económico del Cerro de San Cristóbal. No es otro de la existencia de un molino harinero (de viento). Fue construido a finales del siglo XVIII (1796) por Antonio González-Román, y en 1802 vendido (“con todas sus máquinas y utensilios”) al Prior por la cantidad de 19.299 reales y 24 maravedíes. Los sucesivos priores arrendaron dicho molino y así, como ejemplo, desde 1820 a 18231 fue los arrendatarios fueron la familia López-Fuensalida (primero Juan Bautista y luego Antonio).

La sobreexplotación del lugar y los nuevos acontecimientos históricos del siglo XIX como la desamortización fue restando importancia a este enclave que durante siglos fue un lugar referente en la vida del pueblo de Herencia.

LA ERMITA DE SAN CRISTÓBAL
El culto a San Cristóbal de Licia es de origen oriental, llegando a Occidente después del siglo V, de Constantinopla pasó a Sicilia y de allí a Europa Occidental. Su nombre viene del griego “Christophoros” que significa “portador de Cristo”; resumen de la leyenda donde el santo ayudó a un niño a cruzar un río, con gran esfuerzo, pues dicho infante era Jesuscrito que buscaba que San Cristóbal lo sirviera. Es patrón de todo tipo de viajeros y conductores y uno de los “catorce santos auxiliadores”.


Durante la Edad Media fue uno de los santos más venerados y en su honor se hicieron ermitas, templos y monasterios, tanto en Oriente como en Occidente.
Nadie puede dudar de la importancia estratégica del enclave donde se encuentra la Ermita de San Cristóbal, por lo que no es extraño pensar que el origen de la edificación haya que buscarlo en el carácter militar de la primera construcción. No es descabellado suponer, al igual que similares arquitecturas de toda nuestra zona, que la actual ermita sea el resultado de sucesivas reedificaciones de una originaria fortaleza o torre árabe con basamento en talud aprovechando la inclinación del terreno.

Ese primer fortín pasó, durante la Reconquista, de manos árabes o cristianas según los avatares bélicos se iban sucediendo, hasta que tras la Batalla de la Navas de Tolosa (en 1212) el domino cristiano quedó totalmente consolidado y al lugar se le empezó a dar el uso al culto que hasta nuestros días ha llegado.
Los propios priores de la Orden de San Juan fomentaban que los lugares que habían sido tan estratégicos en la línea militar para conseguir los objetivos de la Reconquista en la comarca quedaran totalmente deshabitados y olvidados. Como ejemplo, el propio VIllacentenos, donde la fortaleza que había ayudado a la línea defensiva contra los árabes, se habilitó como Iglesia. Algo similar ocurrió en el Cerro de San Cristóbal. Hay que recordar que una forma de intentar consolidar los lugares recién conquistados era repoblarlos y concederles una importancia religiosa a través de las iglesias que se iban fundando o reconstruyendo.

En este papel hay que destacar al Arzobispo de Toledo Don Rodrigo Ximénez de Rada que, durante su mandato (1209-1247) visitó incansable todas las nuevas localizaciones para afianzar el poder religioso en la comarca. Así, el tres de febrero de 1226 visitó la incipiente localidad de Herencia donde visitando su iglesia, estableció una Concordia entre la Iglesia y la Orden de San Juan.

La primera referencia histórica de la ermita lo tenemos en el siglo XVI. En concreto en las “Relaciones Histórico-Geográficas- Estadísticas de los pueblos de España” que fueron mandadas hacer por el rey Felipe II. En una de las respuesta de este estudio histórico, referidas a Herencia, se manifiesta que “… y saliendo de esta villa por el dicho camino cerca de esta villa hay un cerro raso sin breña aunque es frogoso de cantos y la cordillera es peñascosa y en lo más alto está una ermita pequeña que se dice San Christobal”.

Desde entonces, su relación con el pueblo se ha mantenido hasta nuestros días con los consiguientes altibajos en su valor social según los cambios que se producirían en la localidad con el paso de los siglos.

En el Interrogatorio que el Cardenal Lorenzana mandó realizar sobre los pueblos del Arzobispado de Toledo, el fraile Don Antonio Folgar y Torres, desde Herencia, enumera las ermitas existentes en la localidad indicando que podemos encontrar “extramuros la de San Cristóbal, a menos de medio cuarto de legua del pueblo”.
A mediados del siglo XX, se incrementa, en numerosas localidades españolas, las celebraciones en honor a San Cristóbal. Herencia no es una excepción y, desde la segunda mitad del siglo XX, una asociación inicial, convertida posteriormente en Hermandad, se originó bajo la advocación de San Cristóbal. Automovilistas, taxistas, camioneros y conductores en general, que se han unido desde décadas para festejar a su patrón, extendiendo su actividad a todo el pueblo, con sus populares verbenas, bendiciones de vehículos, así como misas de campaña y procesiones con la imagen del santo.

¿Y tú que opinas?

Por favor rellena todos los campos, tu email no se mostrara