La actividad Alfarera en Herencia

Anecdotario – Alfarería en Herencia

Serie de artículos escritos por Ángel Martín-Fontecha Guijarro

Es oficio noble y bizarro, entre todos
el primero, pues en la industria del
barro, Dios fue el primer alfarero y
el hombre, ¡el primer cacharro!

INTRODUCCIÓN

El término alfarería procede del árabe «alfahar» y hace referencia a la actividad consistente en la manipulación del barro cocido con el fin de obtener utensilios cuyos primeros usos fueron, allá por el Neolítico cuando el hombre se convirtió en agricultor, los de almacenar alimentos, transportar líquidos, como elementos decorativos en el hogar y como recipientes funerarios.

A grandes rasgos el barro con el que se inicia la producción alfarera (en el lugar denominado el alfar) es el resultado de la mezcla de arcilla, con una determinada proporción de agua y algunos desgrasantes minerales. La arcilla se obtiene en las proximidades de los ríos y debe tener unas características adecuadas de plasticidad para su posterior manipulación y cocción. Tras humedecer y amasar la arcilla, ésta se moldea hasta la obtención de la forma deseada. El modelado de la arcilla puede hacerse de forma manual o mediante el uso de un plato giratorio denominado torno.

El objeto obtenido es cocido a continuación a una temperatura no inferior a los 450 °C y así se consigue darle la consistencia rígida final. Una vez obtenida la pieza, ésta puede ser tallada, dibujada o aplicarle diferentes técnicas artísticas para potenciar sus características o su valor.

 

LA ALFARERÍA EN NUESTRA COMARCA

Además de ver la arcilla como la materia prima principal para los alfareros, en muchos pueblos de la comarca manchega se ha usado este elemento para la construcción de tapiales y adobes con los que construir las casas.

La tierra arcillosa ha sido la base de una arquitectura popular manchega «con pueblos auténticamente levantados en barro y cal» 2.

Son curiosos los diferentes términos usados para los alfareros de nuestra región y que tienden a especificar la producción de los mismos. Así nos encontramos a los barreros (que en muchos lugares hace referencia a los propios alfareros o simplemente a aquellas personas encargadas de proporcionar el material a esos alfareros), los olleros (que realizaban ollas para la cocina)3, los botijeros (aquellos que principalmente realizaban botijos), los tejeros (fabricantes de tejas, ladrillos y baldosas), los tinajeros (que hacían tinajas), los cacharreros (cuando la producción era extensa y difícil de concretar), los traperos (comerciales del barro, que adquirían los cacharros en cualquier alfar y luego los vendían o cambiaban de pueblo en pueblo por trapos, objetos usados o incluso cabello humano o animal), los lañaores (restauradores que arreglaban los cacharos rotos)4,…

La alfarería en nuestra comarca, históricamente y socialmente, ha dependido principalmente de la producción de localidades más o menos próximas. A partir del siglo XIX eran muy reconocidas las tinajas de El Toboso (Toledo), Villarrobledo (Albacete) y La Solana (Ciudad Real), los cántaros de Mota del Cuervo (Cuenca), las ollas de Castellar de Santiago (Ciudad Real), la loza de Santa Cruz de Mudela (Ciudad Real); e incluso la materia prima, el barro, era muy reconocido el de Villafranca de los Caballeros (Toledo) y Alcázar de San Juan (Ciudad Real).

Muy importante en nuestra zona es la llamada alfarería de agua: cangilones de barro (alcabuces), botijas, cántaras y cántaros,… imprescindibles para guardar el agua en un terreno tan permeable y con un clima caracterizado por las escasas precipitaciones5.

El oficio pasaba de padres a hijos siempre por línea masculina. A los once o doce años estaban ya en el torno pero desde pequeños colaboraban en la preparación del barro y en la recogida de la leña. En el torno empezaban con las piezas más simples, hasta que adquirían soltura y pasaban a trabajar como un alfarero más. Ésta es la causa básica por la que las actividades artesanales adquirían gran arraigo y tradición entre las familias.

Las referencias históricas más cercanas sobre la actividad alfarera en la comarca las vemos en 1752 en el Catastro del Marqués de Ensenada donde se citan los artesanos del barro que hay en cada localidad. En los pueblos vecinos a Herencia, y que por tanto influirían directamente en el abastecimiento de la producción alfarera, podemos encontrarnos con una tradición alfarera a lo largo de estos últimos dos siglos y medio que podemos resumir en la FAMILIA MECO de Alcázar de San Juan dedicada a la fabricación de «botijas para pastores, arcaduces o cangilones para norias y algunas otras piezas»7. A finales del siglo XIX, se asentó en Alcázar el talaverano Saturnino Morera Sendañán, de profesión alfarero, que mantuvo su negocio en la localidad hasta 19238. Durante décadas, carros y borricos fueron cargados con las peculiares botijas alcazareñas con destino a los mercados de las localidades vecinas, «otros carros enteros, llenos de cangilones, iban destinados a las huertas de Herencia» 9.

En otras localidades queda constancia de la tradición alfarera manteniendo el nombre de alguna calle que recuerda esa actividad. Como ejemplo tenemos el caso de Villarrubia de los Ojos. En su callejero nos encontramos la Calle de las Barrerías.

Otra localidad vecina con gran tradición es Consuegra, donde a finales del siglo XVIII existen referencias de la presencia de tres maestros tejeros, con un sueldo de cinco reales. La tradición alfarera de Consuegra se mantuvo en aumento llegando a contar durante el siglo XX con un total de 40 talleres alfareros. Actualmente sólo queda en activo un alfar, regentado por Rosa María Rodríguez10.

En Madridejos, aunque a finales del siglo XVIII no existen referencias de alguna alfarería, a comienzos del siglo XX encontramos cinco pertenecientes a las familias Cañadilla, Escalona y Moreno.

Como vemos, y como hemos podido comprobar a lo largo de este estudio, la actividad alfarera se desarrolla en sagas familiares que transmiten la actividad de generación a generación11.

En Villafranca de los Caballeros, por el Catastro de Ensenada conocemos que en el siglo XVIII, al alfarero Manuel de Reyes López de Zebrián, «alfaharero de cántaros que nombran alcabuzones para sacar agua de las norias, por los que fabrica y venta de ellos le regularon de utilidad en cada un año 400 reales de vellón» 12.

En esta también se habla de la presencia de hasta nueve hornos de cocer teja y ladrillo (de Esteban Romo, Pedro Simón García, Juan Alfonso del Cal, Hermenegildo Dueñas, Blas Toribio, Alfonso García y Antonia Villaseñor)13.

Y desde el siglo XIX nos encontramos con una saga familiar de alfareros cuya actividad ha sido fundamental para el abastecimiento durante décadas de la producción cerámica en toda nuestra comarca. Se trata de la FAMILIA PEÑO. Por su estrecha relación con Herencia, dedico a esta estirpe alfarera un apartado particular dentro de la actividad alfarera local herenciana.

 

APUNTES HISTÓRICOS DE LA ALFARERÍA EN HERENCIA

La actividad alfarera en la historia de Herencia encuentra sus raíces en los restos arqueológicos encontrados en parajes cercanos. Así de manera escueta y siguiendo las investigaciones de Don Luís Miguel Fernández- Montes podemos ver algunas referencias a la actividad alfarera en la prehistoria en parajes pertenecientes al término herenciano. Así, relativo a «El Picazuelo» nos precisa que los restos cerámicos encontrados correspondería a «las típicas cerámicas a mano de este período de pastas pardas y ocres con un predomino, por tanto, de la cocción oxidante» 14.

Siguiendo el mismo estudio, destacar el caso del Cerro de los Galayos, «donde se halló en superficie y en un pequeño espacio, una gran cantidad de cerámicas de cocción muy irregular. Probablemente habría en las inmediaciones un centro de producción cerámico y allí iban a parar los productos defectuosos. Dado el número de cerámicas encontradas, recordemos sólo en superficie, se trataría de un taller de relativa envergadura, sirviendo su producción no sólo para los habitantes locales, sino con toda probabilidad para el comercio e intercambio con otras comunidades a media-larga distancia» 15.

E incluso queda patente la evolución de aquellas primeras producciones alfareras con los restos cerámicos hallados en pequeños asentamientos cerca del arroyo Valdespino de finales del siglo V a.C. donde se destaca que “la producción de adobes y cerámicas parecen estar atestiguadas por la presencia de los hoyos presentes por todo el yacimiento, de donde sacaban la tierra necesaria para este fin y que también se podían usar, al mismo tiempo, para decantar y filtrar las arcillas extraídas. Las cubetas excavadas en el pavimento de tierra apisonada y revocadas con cal bien pudieron ser, según los investigadores, utilizadas como tinas para el tintado de lanas (utilizando las bayas de las coscojas que abundaban en el entorno inmediato), como depósitos de cal (pues sabemos que las paredes de las habitaciones de este poblado estaban encaladas) o como soporte para tinajas o toneletes (cuyos restos son bastante abundantes en el yacimiento) que contenían agua para el consumo diario (como hasta no hace mucho se seguía haciendo en muchas casas manchegas)» 16.

Siglos después, con la concesión de la Carta Puebla a Herencia, en el siglo XIII, no hallamos referencia directa a la actividad alfarera en la localidad, aunque siendo otorgado dicho documento bajo la legalidad del Fuero de Consuegra sí podemos conocer lo que la ley del momento determinaba para la producción cerámica de aquellos tiempos17:

  1. Quien tuviese la casa cubierta con paja, la cubra de inmediato con tejas, bajo pena de perder la vivienda y entregarla a otro poblador.
  2. Las tejas deben de tener dos palmos de longitud, en la cabeza tendrán la anchura de un palmo y medio, y en la cola un palmo y mano. Su grosor será el del pulgar longitudinalmente. Y se cocerán al fuego de modo que ni el hielo ni la lluvia las puedan deshacer.
  3. Los ladrillos tendrán una anchura de un palmo grande y una longitud de un palmo y medio, siendo su grosor de dos dedos y debiendo estar, asimismo, bien cocidos.
  4. Las tejas se venderán a 4 mencales y medio el millar y los ladrillos a sólo cuatro mencales.
  5. Las ollas, cántaros y tinajas se venden a un dinero por cuartillo de cabida.

Al contrario que en otras localidades vecinas no se precisa de más actividad alfarera durante siglos; ni en las Relaciones de Felipe II (1575), ni en el Catastro de Ensenada (1750), ni en las Relaciones del Cardenal Lorenzana (1786), ni el Diccionario de Pascual Madoz (1845) hay referencias de profesionales herencianos dedicados a la manipulación del barro. Sin embargo, es curioso el detalle que en las relaciones del Cardenal Lorenzana se habla de unos depósitos de barro especiales para la industria del jabón, por entonces muy extendida en Herencia. Se trata de «unos tinajones de madera o barro, donde echan la varilla, el salicor quebrantado en piezas menudas, la mezcla con cal y por encima echan agua a estos tinajones o tinas y por la parte inferior, por una pita, van destilando las lejías…» 18.

Habrá que esperar a mediados del siglo XIX para, al igual que en otras localidades del entorno, encontrarnos con una saga alfarera que durante décadas, y de generación en generación, se dedicó a la producción alfarera en Herencia.

El principio de este linaje artesano lo encontramos en Santiago Jerez López, que se casó en Herencia, con 20 años, con María Engracia López Molina, de 17 años. El enlace se produjo el 21 de Mayo de 1856, siendo él natural de Villaseca de la Sagra (Toledo)19.

La región de la Sagra, en Toledo, ha sido una de las grandes comarcas de producción cerámica castellana. A principios del siglo XIX se dice de ella que «es muy conocida por los alfares de vasijas de barro que llaman vidriado… con lo que surten de pucheros, ollas, cazuelas, etc, a Madrid, Toledo y otros muchos lugares de esta tierra» 20. Quién sabe si ese trajinar mercantil no fue lo que trajo a Santiago a Herencia y se quedara en nuestro pueblo para siempre, máxime si le unimos el factor añadido de que María Engracia tuvo su primera hija siendo soltera y él asumiese su paternidad.

Cuando empezó su actividad en Herencia fue conocido por «el barrero», y ese apodo ha sido trasmitido durante varias generaciones desde sus descendientes habiendo llegado hasta la actualidad. Sus hijos, Santiago, Gregorio, Victorio, Cecilio Rufo, Pedro Joaquín y Joaquín Miguel22, fueron barreros junto a su padre hasta la segunda década del siglo XX, cuando falleció Santiago y la actividad fue decayendo.

Por los apuntes bautismales de sus hijos podemos saber que, en un principio, la actividad alfarera la realizaba en la Calle de los Mesones23, aunque finalmente la actividad se trasladase a la Calle Oratorio24.

A partir del fallecimiento de Santiago Jerez la actividad fue en declive y todas las necesidades cerámicas de la localidad se conseguían de otras localidades, principalmente Villafranca de los Caballeros. Hacia 1945, era tal la necesidad de cangilones de barro de los hortelanos y campesinos herencianos que Octavio Ruíz Rodríguez-Palmero (que tenía un almacén de materiales de construcción) decidió traer cangilones, desde Santa Cruz de Múdela, para comercializarlos. Sin embargo el traslado de tan frágil género se convirtió en toda una odisea. El herenciano Joaquín Sánchez-Rey se encargaba de ese traslado “en un carro, entre arena y mantas de carrizo», pero al final se rompía no menos del 20% de la mercancía25. Así que decidió cambiar la filosofía empresarial y compró un terreno en la carretera de Villafranca, dotarlo de los medios que creyó imprescindibles tras su visita a alfarerías de Villafranca y Talavera de la Reina y contrató a un alfarero de Consuegra, Bienvenido Ayllón Martínez. Esta experiencia duró tres años, pues tras este tiempo Bienvenido tuvo que dejar el oficio y volver a su pueblo pues estaba gravemente afectado de los pulmones por usar «plomo de vedriar»26.

Ante este contratiempo. Octavio contrató a un alfarero valenciano que solía visitar Herencia, pero pronto vieron como el comercio de los cangilones se venía abajo pues empezaron a comercializarse los de chapa procedente de Bolaños de Calatrava27.

Así que durante estos años se produjeron en Herencia cangilones, botijas, bebederos de gallinas y palomos, algunos ladrillos y tejas, ollas, pucheros y tubos para conducir el agua. Toda esta producción era repartida por el propio Octavio en la localidad y por los pueblos vecinos gracias a unas «aguaeras» montadas sobre una “mobylette».

No existen más referencias de herencianos ligados directamente con trabajos alfareros. Nuestros mayores recuerdan la figura de los lañaores por las calles de Herencia vendiendo sus servicios, aunque todos eran forasteros. Sin embargo, en la tradición local todavía hay alguna familia que porta el apodo del «lañaor» por lo que no es raro pensar que hace décadas había herencianos que se dedicaban a esta actividad, aun compaginándola con otras faenas.

La materia prima de la actividad cerámica es fundamental para conseguir una producción de calidad. A lo largo de siglos se han explotado distintos filones, con mejor o peor resultado, cerca de nuestra localidad.

– En Herencia, se usó el légamo (barro pegajoso formado en el suelo por la humedad) resultante de la limpieza del fondo de los pozos de las norias29.

– La tierra de la huerta del Tío Rico Nuevo, entre Herencia y Puerto Lápice, ideal para el “vedriado»30.

– El alfar de Peño se surtió en un principio de la tierra del Carril del Riato (cerca de las lagunas) y de tierra de proximidades del término de Herencia31.

– La tradición alfarera de Alcázar se surtía en el propio término alcazareño «dada la calidad arcilloso del subsuelo de Alcázar»32.

Evidentemente en los últimos tiempos la necesidad de barro se surte con producto traído de otras partes de España.

Para completar este acercamiento a la actividad alfarera en Herencia, me detengo en la FAMILIA PEÑO de la vecina Villafranca de los Caballeros. Sirva estos breves apuntes como adelanto de un estudio más minucioso y amplio de la actividad artesanal de esta estirpe que desde el siglo XIX y durante muchas décadas del siglo XX ha cubierto las necesidades cerámicas de la comarca y, por supuesto de Herencia.

Cuatro son las generaciones que han dirigido la actividad del alfar a lo largo de décadas.

A estos nombres hay que incluir otros como «la prima» María del Carmen Pozo Peño (n: 1962) que también realiza su actividad profesional en el alfar y la colaboración de las esposas e hijos que en algunos momentos han puesto su esfuerzo al servicio de la actividad alfarera realizando tareas más o menos sencillas: pisar barro, acarrear combustible «enasar», poner pitorros, hacer piezas de pequeño tamaño, etcétera.

Como último eslabón de esta saga alfarera tenemos a Gregorio Velasco Peño (n: 1983), hijo de Gregorio y María del Pilar, y que a partir de su conocimiento familiar de la artesanía tradicional ha desarrollado su actividad con el perfeccionamiento de diferentes y novedosas técnicas.

Estudiar la evolución histórica de la actividad artesana de la familia Peño es, por extensión, una radiografía de la sociedad herenciana vista desde la actividad alfarera. Así con el inicio de la saga, en el último cuarto del siglo XIX, la producción cerámica que se demanda en Herencia queda centrada en un utilitarismo tradicional con objetos necesarios para el desarrollo de la actividad agrícola, sobre todo los cangilones. Según la tradición familiar de los Peño, el precursor de esta dinastía alfarera, Eugenio Peño, llegó a producir 28 docenas de estos cangilones en un día.

Iniciado el siglo XX la producción se va diversificando y además de los cangilones, se lleva a mercados locales vecinos cantarillas, ollas, se empiezan a realizar las primeras hornadas de vidriado e, incluso, con Pedro Peño, el primer alfarero-músico, se inicia una producción de artículos de carácter más lúdico: un gallo para uso doméstico de aceite y vinagre, regaderas, cantimploras pequeñas para uso de los chavales…

Con Gregorio Peño González, el siguiente alfarero-músico que incluso desarrolló su afición musical en las filas de la Banda de Herencia33, se lleva a cabo la transformación del alfar manteniendo la producción tradicional y adaptándose a los cambios que ha ido marcando la sociedad. Por último, si hay algo que ha caracterizado a la nueva generación de los Peño es la consolidación de nuevas líneas de creatividad. La alfarería actual se distingue por su gran versatilidad dentro de la artesanía cerámica, pudiéndose encontrar en ésta desde las piezas más tradicionales como la botija, caracola, grillera… a piezas de nueva creación como las espectaculares piezas de torno de Ángel Peño, los platos y placas de Adrián Peño y las figuras caricaturizadas y esculturas de gran formato de Gregorio Peño. Cabe destacar la realización de todo tipo de piezas por encargo, regalos institucionales, trofeos, esculturas y murales en gran formato, etc., consiguiendo la implicación de instituciones, organismos públicos o simples amantes de las tradiciones populares34.

Los recuerdos de los hermanos Peño y su relación con Herencia nos muestran episodios exquisitos que rememoran numerosos sucesos e incidencias que deberían ser olvidados:

– Esas madrugadas, antes de las cinco de la mañana, con el carro lleno para llegar al mercado semanal herenciano. Llegar a la posada de la Dolores, dejar la montura y trasladar la producción a la Plaza, junto al Casino, y montar el puesto. Tras esto, comprar unos churros al amigo Pérez y dar cuenta de ellos junto con un reconfortante café en el bar de Eugenio Poveda. Tras la jornada, toda la producción vendida, tras una sucesión de regateos habituales que, por continuos, podrían considerarse como familiares.

– Ser testigos de los cambios físicos de la localidad. Como muestra cuando se abrió una grandísima zanja entre Cervantes, la Plaza y la Calle la Zanja para empezar a soterrar las canalizaciones de suministros como el agua. Como se tapó provisionalmente este socavón con tablas y como vivieron en primera persona la caída al mismo del arriero chelero «el Tío Cuarta» y la movilización de todo el pueblo para sacarlo de allí.

– Cómo no recordar la influencia de los Peños en los cambios acaecidos en el Carnaval herenciano y en los carnavales de la comarca gracias al salto de calidad que acometieron desde la Peña el Trébol. Carrozas impresionantes precursoras de los cambios que en estas últimas décadas ha experimentado la fiesta. ¡¡Cuántas horas midiendo los arcos de la plaza herenciana para conseguir que le montaje carnavalero pudiese discurrir por el antiguo recorrido!!

– Y cómo no ver en la localidad las estatuas realizadas por esta empresa. Cómo no pararme en el «Monumento a la mujer herenciana» y descubrir en el rostro de ella la faz de Dionisia Gallego, madre de los tres hermanos Peño, o la fisonomía del niño donde advertimos las facciones del joven Adrián Peño, hijo de Adrián Peño.

 

CONCLUSIONES

Hasta aquí un primer acercamiento a la actividad alfarera en Herencia y su comarca. Evidentemente, en muchos casos, no se puede hablar en muchos momentos de profesionales dedicados por entero a la actividad cerámica. Muchas veces eran personas que realizaban una pequeña producción gracias a una habilidad aprendida de sus antepasados y que le permitía recibir ingresos suplementarios. Esposas e hijos de los barreros trabajaban tanto en el alfar como en el campo, aunque la sucesión de la actividad se aprendía, sobre todo, por línea masculina.

Por supuesto queda el compromiso de completar la historia familiar de los Peño, pues la profusión de datos sobre su actividad desde el siglo XIX hasta el actual XXI, permite un acercamiento más exhaustivo para conocer la actividad de esta saga alfarera tan ligada a Herencia.

1 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS, DOCUMENTALES Y DE CONSULTAS ONLINE

Popular quintilla de autor anónimo.

  1. Lizcano Tejado, Jesús María, «LOS BARREROS. Alfarería en la provincia de Ciudad Real». Biblioteca de Autores Manchegos, Diputación Provincial de Ciudad Real. 2000, pág. 24.
  2. Muy popular era la «olla de boda», de gran tamaño, y que se adquiría para hacer en ella las viandas del banquete nupcial.
  3. Muchos de los cacharros se «esbocicaban» (romperse de la boca), se rajaban o se rompían en algún pedazo.
  4. Lizcano Tejado, Jesús María, «LOS BARREROS…», pág. 233.
  5. Ibídem.
  6. LARRUCA y BONETA, Eugenio. «Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fábricas y minas de España». Madrid, 1791. Vol. X, pág, 21.
  7. Ibídem.
  8. Ibídem, pág. 61.
  9. ANUARIO RIERA, GENERAL Y EXCLUSIVO DE ESPAÑA. Centro Propaganda Mercantil, n.° 2, pág. 1.475. 1904.
  10. Ibídem.
  11. MAROTO GARRIDO, Mariano. «El alfar de Villafranca de los Caballeros (Toledo)».
  12. Datos recuperados de: www.eltiocazuela.com/Alfareria/EL%20ALFAR%20DE%20VILLAFRANCA%20DE%20L0S%20C.pdf

  13. PRADILLO DE LA SANTA, Juan Manuel. «Alfareros Toledanos». Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, 1997. Tomo II, pág. 665.
  14. FERNÁNDEZ-MONTES CORRALES, Luís Miguel. «Los primeros agricultores y ganaderos del término de Herencia (Ciudad Real). Del Neolítico a la Edad de Hierro». I Jornadas de Historia. 775 Aniversario de la Carta Puebla de Herencia. Diputación Provincial de Ciudad Real. Centro de Estudios Herencianos. 2014, pág. 15.
  15. Ibidem, pág. 19.
  16. Martín-Fontecha Guijarro, Ángel. «LA CARTA PUEBLA DE HERENCIA (últimos datos a sus 775 años)». Libro de Feria y Fiestas. Excelentísimo Ayuntamiento de Herencia. 2014.
  17. RODRÍGUEZ ROJAS, Fara. «Estudio monográfico basado en los textos históricos de la Villa de Herencia». Excelentísimo Ayuntamiento de Herencia. 1988, pág. 32.
  18. Archivo Parroquial de Nuestra Señora de La Concepción (Herencia). Libro de matrimonios, núm. 18, pág. 126-v.
  19. PRADILLO DE LA SANTA, Juan Manuel. «Alfareros…», pág. 670.
  20. Lizcano Tejado, Jesús María. «LOS BARREROS…», pág. 107.
  21. Archivo Parroquial de Nuestra Señora de La Concepción (Herencia). índice de Bautismos, 1859-1876, pág. 32.
  22. Archivo Parroquial de Nuestra Señora de La Concepción (Herencia). Libro de Bautismos, núm. 43, pág, 49.
  23. Lizcano Tejado, Jesús María. «LOS BARREROS…», pág. 105.
  24. Ibídem, pág. 106.
  25. Ibídem, pág. 108.
  26. Ibídem.
  27. Ibídem, pág. 32.
  28. Ibidem, pág. 108.
  29. Ibídem.
  30. PRADILLO DE LA SANTA, Juan Manuel. «Alfareros…», pág. 665.
  31. Ibídem, pág. 55.
  32. Martín-Fontecha Guijarro, Ángel. «LA BANDA DE MÚSICA DE HERENCIA (recuerdos y apuntes para una historia)». Anecdotario, net. 24 de Noviembre de 2014.
  33. Datos recuperados de: herencia.net/2014-ll-24-la-banda-de-musica-de-herencia-recuerdos-y-apuntes-para-una-historia

  34. Fotografía de Gregorio Peño González. Revista BISAGRA, núm. 114, 05/02/1990.
  35. Lizcano Tejado, Jesús María. «LOS BARREROS…» pág. 107.
  36. Fotografía obtenida por Claro Manuel Fdez.-Caballero Martín-Buitrago.
  37. Obtenida de:historiadeherencia.es/2012/04/18/la-herencia-del-recuerdo

  38. CENTRO DE ESTUDIOS HERENCIANOS. Fototeca, «retrato». Sig.: 5.06.712. Obtenida de: www.centrodeestudiosherencianos.es/?ml_gallery=retrato#!prettyPhoto[pictures]/29/

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