
En el siglo XVIII, se sabe de la existencia de siete molinos de agua en las riberas del Guadiana, propiedad del Prior, situados en los términos de Alcázar y Argamasilla. Durante casi todo el siglo estos molinos debieron ser punto obligado para todos los pueblos del Priorato como indican las negativas de la Junta de Hacienda de conceder permisos de construcción de molinos de viento para evitarles la competencia e impedir la merma de las sustanciosas rentas que el Prior recibía de las moliendas.
Pero como ya se dijo en la primera parte, en septiembre de 1796 comenzó a funcionar, en el camino que lleva para San Cristóbal, el primer molino de viento de Herencia.
A comienzos del siglo XIX, en 1807, el número de molinos de viento había aumentado extraordinariamente, hasta contabilizar 11 molinos, uno es propiedad del Prior; otro del Marqués de Perales; un tercero de un Presbítero y 7 de hidalgos de la villa. Sólo un molino aparece como propiedad de un individuo no noble ni eclesiástico.
Una vez pasada la Guerra de Independencia, parece que la situación en Herencia era sensiblemente distinta, bien como consecuencia de las destrucciones de las tropas francesas o por abandono, o ambas causas a la vez.
Lo cierto es que en 1818 sólo había tres molinos de viento en el pueblo.
Por ello, el visitador don Francisco Gómez señala que al no ser estos tres suficientes, resultaba conveniente dar licencia para la construcción de otros.
En 1818, Gregorio Sánchez Palomino, molinero de profesión y vecino de Herencia, pide permiso para instalar un molino de viento, en el cerro de la Horca. La petición contaba con la aprobación del Contador del Prior, don Ambrosio Plazaola, que afirma en su dictamen:
«que siendo como es la villa de Herencia la mayor población de las villas del Gran Priorato con necesidad de molinos para moler los granos y hacer harinas para sus familias, pues los del Guadiana, que son de agua, distan bastantes leguas para llevarlos a moler con bastante dispendio y siendo insuficientes los que hay en el mencionado término para todas las moliendas de su vecindario, especialmente en tiempo de verano, que no corren las aguas del río Cigüela, que dista como dos leguas, no hallo inconveniente en que, desde luego, si fuera del real agrado de Su Alteza, se conceda al suplicante la licencia que solicita para trasladar el molino de viento que ha comprado al cerro llamado de la Horca, imponiéndole el canon o pensión anual perpetua de cuatro fanegas de candeal de primera calidad desde el día que de principio a moler y de entregarlas en la administración de tercias de la misma villa de su cuenta y riesgo».
En este caso se dio el permiso estableciendo un canon anual de cinco fanegas de candeal, muy superior a las dos fanegas que se establecían como pago a finales del XVIII y comienzos del XIX, lo que parece indicar que estamos ante un período de auge agrícola, que proporcionaba a los dueños y arrendadores de molinos elevados beneficios, aumentados, además, por el escaso número de ellos que había en estos años, como pone de manifiesto el Contador del Prior.
En 1820 don Cristóbal López Guerrero pide y consigue una licencia para construir un nuevo molino en el cerro de la Horca.
En los años siguientes siguen concediéndose licencias de construcción, apareciendo repetidamente los apellidos Sánchez Palomino, lo que parece indicar que estamos ante una familia de molineros.
En 1835 se da permiso a Genaro Sánchez Palomino para la construcción de uno y en 1837 a su hermano Félix para hacer lo mismo en la sierra de las Cruces.
Actualmente se conservan siete molinos, restaurados recientemente.

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Fuente: Herencia y la Orden de San Juan (Siglos XIII – XX)
Cuando veo la foto del molino y los carros y los hombres me acuerdo de mis ha bulos
Impresionantes las fotos, y el documento, muchas gracias por compartir con todos la historia y la cultura de Herencia, y sobre todo las fotos.